El Hijo del Mar; solo necesita unas aletas para coger las olas más grandes del mundo
Ahmed Erraji tiene una curiosa manera de disfrutar de su pasión
Nos hacemos eco de una interesante entrevista publicada hace unos meses en el digital redbull.com, en la se habla de un chico que vive en La Santa y tiene como afición coger las olas más grandes del mundo tan solo con la ayuda de unas aletas. Les animamos a conocer un poco más esta historia:
Se llama Ahmed Erraji, tiene 37 años y nació en Rabat (Marruecos), aunque vive desde hace algunos años en Lanzarote. Su temprana pasión por el mar no sólo le hizo merecedor del sobrenombre de 'Hijo del Mar', sino que le lanzó a aficionarse a una disciplina un tanto especial: el bodysurfing.
Pero si ya echarse a cabalgar las olas sin más ayuda que un par de aletas en los pies, hacerlo en algunas de las olas más grandes del continente europeo tiene un enorme mérito. Casi más que el tamaño XXL de las olas a las que hace frente este valiente, entre las que figuran nombres como Nazaré (Portugal), El Quemao (Lanzarote), Belharra (Francia) o Punta Galea (Bizkaia).
¿Quién es el Hijo del Mar? ¿Cómo termina un niño marroquí surfeando olas 'a pelo'?
Empecé a coger las olas sin tabla a la edad de 7 años, aunque mi primer contacto con el agua del mar fue dos años antes. Era un día de verano, todo comenzó en la casa de mi abuela Arabia. Mi tío Amin (era boxeador profesional y socorrista), acompañado de varios amigos, pasó a buscarme y me llevó con ellos. Sin saber a dónde íbamos, me puse mis viejas sandalias de pesca (solíamos llamarlas "Nike aire") y les acompañé por el barrio de Mellah en dirección hacia el río Bouregrag. En el camino, se detuvieron sobre el puente y se asomaron gritando "¡Guau, un pulpo!", así que me asomé también a mirar. Entonces, de repente, sentí un fuerte empujón. Lo siguiente que sentí es que estaba volando en el aire a 8 metros de altura.
Una vez que toqué el agua, y sin saber cómo, comencé a nadar como un perro. Mi tío y los demás saltaron detrás de mí. "¡Vamos, Ahmed, tú puedes!", me gritaban, mientras yo seguía nadando (y llorando) hasta la orilla mientras el corazón se me salía de su sitio. Al volver a pisar tierra firme, me enfadé mucho con mi tío y me fui corriendo a casa.
Al día siguiente volví solo al río y salté por segunda vez. Dos años más tarde estaba haciendo bodysurf en la gran playa de Rabat...
¡Háblanos del bodysurf! ¿Qué tiene esta modalidad para que te enganche tanto?
El bodysurf es una modalidad de deportes acuáticos extremos que, a diferencia de surf o bodyboard, no tiene una difusión demasiado importante, por lo que lamentablemente nos enfrentamos a un gran desconocido. Es un deporte ancestral que a lo largo de la historia ha sumergido en el agua a gente de diferentes civilizaciones con sed aventurera con la única intención de deslizarse sobre las olas, principalmente en las islas del Pacífico que es donde ha habido durante siglos una cultura y una simbiosis más arraigada con las olas.
En definitiva, estamos hablando de la modalidad que da lugar a todos los deportes relacionados con las olas. Podríamos decir que el bodysurf es la madre del surf, el bodyboard, el paddle surf, etc.
En mi caso, a 40 km de donde yo nací, hay una ciudad con el nombre de Kenitra, en la que también he vivido, en donde hay una base militar desde 1912 que, antes de antes de ser marroquí (1963), fue americana (1942). El caso es que esa pequeña y maravillosa ciudad empezó a hacerse popular el surf en los años 40 debido a la cultura que trajeron los americanos.
¿Por qué sólo olas grandes?
No estoy tratando de perseguir ningún record o romper ningún registro. Lo veo así: o lo estás buscando o no lo estás haciendo, y no quiero estar en el medio. Si estás en el medio no lo estás haciendo bien. Seguiré bajando a pecho olas grandes porque me siento vivo, pero no lo haré como si fuera un récord. Pero, bueno, también disfruto las olas pequeñas...
¿En qué lugares de renombre has bodysurfeado?
He surfeado en grandes olas emblemáticas como Ras lef3a (Marruecos), Punta Galea y Mundaka (País Vasco), en la Costa da Morte (Galicia), El Quemao y La Misteriosa (Lanzarote), El Frontón (Las Palmas), Belharra (Francia) y en Nazaré (Portugal).
Las fotos de tus sesiones XXL hablan por sí solas... Hay que echarle bien de narices para tirarse a esas bombas sin más ayuda que un par de aletas...
La verdad es que en Europa soy más conocido por los servicios de emergencia que por el espectáculo que puede ofrecer este deporte (risas). La gente cuando ve a una persona en mitad del mar (gruesa) sin tabla llama directamente a la policía, esta última activa la alarma y acto seguido se avisa a la Guardia Civil, la ambulancia, los bomberos y el helicóptero... y ya tienes el día perdido, algo que me ha pasado en las olas de El Frontón, La Soledad y La Misteriosa y en la Costa da Morte. Por suerte me salvé de las multas pero, cada vez que voy a entrar al agua, me obligan a llamar primero al 112.
En otras culturas como la de Hawái, a gente como Eddie Aikau, aquel chico acostumbrado a cualquier situación en el mar, le consideraban todo un héroe. El representaba fielmente la filosofía del surf con la armonía perfecta entre La Ola y El Hombre, algo totalmente contrario a lo que mucha gente piensa aquí, que lo único que la mar nos brinda es miedo. En realidad tienen razón ya que sabemos poco sobre el océano pero, personalmente, con el tiempo he aprendido que el miedo miente. El miedo te dice: "Si vas a surfear esa ola, nunca volverás", así que, para mí, la confrontación diaria con ese último se ha convertido en una práctica real y cotidiana desde que salte de aquel puente hace 32 años. ¡Saltar de 8 metros con sólo 5 primaveras y sin saber nadar! Al final, te despiertas al día siguiente y vas todo orgulloso otra vez a donde te empujaron. Entonces llegas al puente y notas que hay algo que te atrae, y te encuentras de pie en el borde y mirando hacia abajo. ¡En un segundo te das cuenta de que ésta es la experiencia más maravillosa de tu vida!
La lección para mí fue que, al otro lado de tus mayores temores, están las mejores cosas de tu vida, como dijo mi amigo de aventuras Manuel Pallares: Somos hijos de la vida y hay que abrazar lo que la vida es. Que incluye la muerte.
Nunca has participado en eventos o competiciones, ¿por qué?
Sé que la antigua visión del mundo ya no vale, pero yo vivo esa locura intensamente. ¿Para qué optar por un número? El primero o el quinto del mundo, ¿eso qué importa?
No soy mejor ni tampoco peor que nadie. Soy perfecto en lo que yo siento y me dejo llevar sólo por eso. En otras palabras, no quiero ser un número más en el marcador de una industria en la que yo no creo. LA OLA ES EL MAR, ya hemos prostituido bastante el planeta...